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8 abr 2013

Duodécimo capitulo. "Locura".


Bueno, os debo una gran disculpa por la tardanza. La verdad es que diversos problemas familiares y de diversa índole, aparte de un bloqueo en el que no me salían palabras que escribir es lo que me hizo retrasarme. Espero que os guste, y también espero dar la talla para compensar dicha tardanza con este capitulo. Un saludo.

Capitulo 12."Locura".


Daniel llegó junto a Shara a la puerta que daba al patio de la casa, sinceramente ninguno de los dos querían entrar. Ambos se pararon mirándose a los ojos y sin soltarse de la mano; de golpe la mano de Daniel acaricio levemente la mejilla de Shara y ella esbozó un sonrisa tierna a la vez que sentía como sus mejillas enrojecían, no quería que el tiempo siguiera su paso, quería que se parase y que un segundo fuese una eternidad dulce junto a él. Daniel se acerco de nuevo a sus labios pero esta vez simplemente los rozó, y sin separarse ni un solo milímetro de ellos y con los ojos cerrados susurró unas palabras que a Shara le hicieron llorar de la emoción. Tras esto lo besó como si no hubiese un mañana, como si su vida se fuera a acabar y quisiera aprovechar casa instante de ella junto a Daniel.


Mientras en casa, Carlos estaba en su habitación, llorando, hasta que se levantó con una mirada cargada de odio y furia, se puso de rodillas y metió el brazo bajo la cama sacando un objeto alargado pero oculto por papel de periódico que rodeaba junto a unas cuerdas dicho objeto, lo desenvolvió y su boca esbozó una media sonrisa contemplando lo que tenía entre sus manos e imaginando lo que en unas horas realizaría con el con suma malicia.
Su anciano abuelo entro de golpe y Carlos ocultó de nuevo el objeto con los periódicos como pudo.
-Carlos... ¿Cómo te encuentras?. -Preguntó preocupado Antonio.
El simplemente esbozó una sonrisa amplia y soltó una carcajada, y relamiéndose los dientes mientras ladeaba la cabeza susurró.- Dentro de unas horas seré el hombre más feliz de este mundo abuelo... No te preocupes por nada.
-¿Qué es eso que tienes sobre la cama?. -Preguntó ahora extrañado y con un mal presentimiento aprisionándole el pecho.
-No es nada. -Soltó en un suspiro.- Es solo un trofeo que me traje para decorar la casa, es una sorpresa, mañana por la mañana lo veréis.
El anciano simplemente suspiro con la cabeza gacha. No se fiaba de él, tenía un mal presentimiento, un mal augurio.


Shara y Daniel entraron en casa y nada más cerrar la puerta Emily fulminó con la mirada a su hermana pequeña, no le hizo falta mover los labios para que de golpe Shara con la mirada en el suelo susurrase: “ya voy ha por las cosas en la habitación, no tardo”.
Dicho esto se soltó de la mano de Daniel y se fue directa a la habitación. Emily se acercó a Daniel mientras Bratt, Emma y la anciana María observaban la escena.
Con un dedo acusador señaló al pecho de Dani hasta hincar dicho dedo en el centro del pecho y manteniendo así su dedo dijo en voz alta y con mucha seguridad en aquellas palabras.
-No se que hay entre vosotros pero nada seguro que no. Escúchame y graba a fuego estas palabras en tu cabeza. - Tomó aire y fulminándolo con una mirada como a su hermana dijo despacio para que le quedase claro como el agua.- Como me de cuenta, o me entere, de que le haces el mínimo daño a mi hermana, te juro por el cielo y por mi familia que te busco y te destrozo como a un gusano, que quede bien claro. ¿Estamos?.
-S... Sí. -Dijo algo sorprendido y con los ojos abiertos como platos Daniel.
-Mejor. Luego no digas que no te advertí. -Tras esto retiro su dedo y casi dándole con el pelo al girarse le dio la espalda.
Shara salió de la habitación con sus cosas y miró a todos, pero en quien de verdad se fijó fue en Daniel, que observo bastante pillado y sorprendido.
-Me das un segundo por favor Emily... -Le rogó Shara a su hermana.
-Aaaaaag... Uf... Vale, tienes cinco minutos, ni más ni menos, te espero en el coche, no me hagas salir a por ti... -Respondió Emily.
-Gracias... -Dijo con una leve sonrisa.
Emily se limitó a poner los ojos en blanco y salir de la casa haciendo una seña con la mano a Bratt para que fuera a abrirle el coche.
Shara cogió del brazo a Daniel y tiró de el hasta la habitación en la que estuvo durmiendo estos días, cerró la puerta y arrinconando a Daniel contra la puerta que acababa de cerrar le besó de golpe aferrándose a él. Eso era algo que le daba muchísima vergüenza, pero aunque se muriese de ella quería aprovechar cada instante de esos cinco minutos como si fueran los minutos que le quedaban de vida, y como no sabía como explicarle lo que sentía se decidió por expresarse lo como le salia del alma, dándole un beso cargado de amor.
Daniel cerró con fuera sus ojos y llorando en parte de la alegría y en parte de la tristeza de que se fuera se aferro a ella también pegándola más a él mientras la besaba con todo su amor también.
Tras unos instantes separaron sus labios y Shara susurró: “confió en ti y en lo que dijiste antes, te esperaré”. Dicho esto se separaron y Shara acariciando los labios de Dani salió de la habitación con una leve sonrisa e intentando no llorar fue hasta le coche. Entró en este y sin que nadie dijera nada Bratt arrancó el coche y salieron de aquel lugar. Daniel corrió hasta la puerta y se quedó mirando el coche hasta que este desapareció en la carretera.
-Dani cariño... -Susurró su abuela.- Anda, sonríe, si de verdad os queréis os veréis de nuevo, te lo aseguro.
-Lo se abuela... Lo se. -Respondió tragando saliva.
-Tu abuelo quiere hablar contigo en la cocina, no se para que será, pero me dijo que te avisara.
-De acuerdo, voy a ver, ¿va?. Y descansa anda, el viaje ha sido muy largo. -Dicho esto besó la frente de su abuela y entró en casa dirigiéndose a la cocina. María simplemente sonrió, era la primera vez desde hace mucho, que su nieto le daba un beso tras lo ocurrido.


Daniel entró en la cocina. Lo primero que observó fue una cortinilla de humo en esta, por lo visto su abuelo había comenzado a fumar un puro, y eso lo alarmó, porque eso solo lo hacía cuando algo lo tenía muy alterado.
Había una silla cerca de él en la mesa mientras que su abuelo se limitó a hacerle una seña con la mano, y sin vacilar se sentó en la silla y miró a su abuelo con firmeza y templanza esperando a que su abuelo dijera lo que quería decirle, pero no ocurrió nada, no al menos en el acto, porque su abuelo le hizo una seña con la mano para que esperase. Se limitó a fumar su puro lentamente mientras pensaba que palabras decir y como expresar lo que quería decir, pues no era fácil lo que quería decir.
Daniel esperaba algo nervioso observando a su abuelo, la verdad es que no sabía que podría pasar para que su abuelo llegara al extremo de ponerse a fumar, así que eso le preocupaba bastante, lo que no sabía es que lo que menos esperaba que ocurriese fuera a ocurrir ahora.
Su abuelo tomo aire apagando el puro y sin más y sin mirar a su nieto a los ojos secamente empezó a hablar.
-Desvisteté de cintura para arriba ahora mismo y no rechistes ni te niegues o me obligaras a hacerlo yo con mis propias manos.
-Abu... Abuelo... ¿Qué pasa?. -Dijo asustado Daniel.
-Te he dicho que te desvistas de cintura para arriba... -Dijo lentamente cada palabra como intentando calmarse.
-Va... Vale... ¿Pero por qué? - Susurró nervioso.
-¿Te quieres desvestir de una maldita vez?. -gritó alterado Antonio.
Daniel asustado se desvistió sin decir nada más dejando a la vista las marcas y moratones que le propinaban Carlos cada día que estaba en la casa cuando todos dormían.
Antonio cerró los ojos, se sentía entre disgustado y a la vez furioso, no sabía que hacer o que decir al descubrir que ocurría. Más de una vez lo había sospechado, pero el comportamiento de Carlos de hoy y lo que acababa de ver daban respuesta a todo lo que en un día sospechó y a la vez quería olvidar para pensar que en realidad se equivocaba. Tras un momento de meditación lo único que quería es que Daniel no sufriese ningún daño, y su intuición de que ocurriría algo malo si se quedaba esta noche le hacía llegar a pensar que aquella noche ocurriría una locura.
-Daniel, escucha detenidamente lo que te voy a decir ahora, y tendrás que obedecer sin objetar lo que voy a decir, porque tienes que hacerlo por tu propio bien... ¿Lo entiendes?. -Dijo seriamente Antonio
Daniel solo asintió con mucho miedo, no sabía que hacer, decir o como explicarse.
Ambos salieron de la cocina en un rato, María se quedó extrañada al ver a ambos tan callados, y al rato bajó Carlos con una sonrisa demasiado amplia y misteriosa. Cada vez que se le preguntaba respondía lo mismo: “mañana lo sabréis”. Daniel como siempre hizo la cena y se retiró sin tomar bocado y los ancianos cenaron junto a Carlos, el cual parecía estar de muy buen humor. Cayó la noche y todos se fueron a sus habitaciones y cuando dieron las doce de la noche Carlos salió de su habitación en silencio con una bate de baseball en la mano, apoyado en su hombro, con una sonrisa horrible en su boca. Se deslizó hasta la puerta de la habitación de Daniel, abrió la puerta con sumo cuidado y entrando cerró la puerta con delicadeza, realizando así el mínimo ruido.
Paso a paso se iba a acercando a Daniel mientras iba desplazando el bate de su hombro hasta dejarlo sujeto y suspendiendo ha pocos centímetros del suelo con su brazo. Miró un instante a su hermano, como quien contempla a una presa antes de matarla o darle caza y sin decir nada empuñó el bate contra el cuerpo de Daniel con mucha violencia dos veces, una en la cabeza y otra en el costado pero algo no parecía ir bien, no se escuchó ningún lamento ni grito, ni la mínima queja, por lo que supuso que lo mató en el acto, pero tras el segundo golpe observo que el bate se hundió demasiado, como si hubiese golpeado directamente al colchón. Al ver aquello su sonrisa diabólica desapareció de su boca y dejó caer el bate al suelo, provocando un ruido fuerte y seco que se escuchó en toda la casa y tras esto retiró las sabanas del colchón y descubrió que ocurría.
Bajo aquellas sabanas lo único que vio fue lo que menos esperaba encontrase. No vio el cuerpo sin vida de su hermano, si no un puñado de cojines, mantas hechas una bola y ropa repartida por toda la cama para hacerle creer que estaba durmiendo. Miró con furia la habitación y se dirigió al armario abriéndolo de par en par, hallando este medio vacío.
En ese momento sus ojos estaba cargados de odio y su cuerpo ardía de ira, corrió hasta la ventana observando como desde ella descendía una escalera y al asimilar todo salió de la habitación recogiendo el bate y bajando corriendo hasta la puerta de la calle, la abrió y buscó a Daniel con la mirada, pero por lo visto no estaba y salió corriendo a la desesperada a la calle, bate en mano y en pijama, era tal su furia que hasta que no estuvo buscándolo durante media hora no decidió volver a casa, su “presa” había escapado, pero... ¿Cómo y cuándo?. No se lo podía explicar.


Daniel mientras tanto estaba en un bus, de camino a la ciudad. Había escapado de casa mientras cenaban los demás, era lo que habían acordado Antonio y él en la cocina. Daniel se iría con una cantidad de dinero ha la ciudad y desaparecería del pueblo. Su abuelo le pasaría dinero de vez en cuando mientras le fuese posible y el se iría a casa de unos amigos de Antonio, pero debería trabajar para el amigo de su abuelo mientras tanto, hasta que pudiera vivir por su propia cuenta o encontrase otro trabajo.
Por un lado Daniel temía que Carlos descubriese que su abuelo fue quien andaba de tras de todo y le pudiera hacer daño, pero por otro lado... Era o huir o sufrir más palizas, o como hubiese pasado si llega a estar aquella noche en casa, morir.
No había tiempo para mirar atrás, no había tiempo para pensar, no había tiempo para hacer otra cosa que huir de aquella pesadilla, ya habría tiempo para pensar otra cosa.
Miró el reloj del móvil y sin pensarlo dos veces buscó en su agenda el numero de Shara y la llamó.
-Shara... -Susurró con cariño al oír que cogía el móvil a pesar de la hora.
-Bobo... ¡que casi me matan mis padres!. -Exclamó en voz baja.
-Lo siento, lo siento... -Susurró medio sonrojado.
-Aiss. No importa... ¿Cómo estas?, ¿ha pasado algo?. -Le respondió Shara al mirar la hora extrañada en su despertador.
-La verdad es que si... Estoy en... Estoy en un autobús de camino a la ciudad, mi abuelo sabe lo de Carlos y me ha mandado a vivir a casa de un amigo suyo de momento... -Dijo en un hilo de voz.
-¡¿Qué?!. -Shara no cabía en su asombro. Por un lado saber que iba a estar en la ciudad le encantaba, lo iba a tener cerca, pero por otro lado estaba muy preocupada.
-Pues lo que escuchaste cariño. -Susurró Daniel.
-Esto... No se que decir... -Respondió Shara
-No pasa nada, no importa. Deberíamos colgar, es muy tarde y tendrías que dormir mi vida. -Susurró con cariño Daniel.
-Un poquito más, por fis cielo. -Dijo con una voz infantil y de niña pequeña Shara.
-Mmmmmmm... Vaaaaale, de acuerdo, pero la próxima llamas tu que me voy a quedar sin saldo. -Dijo Dani avergonzado.


Carlos estaba entrando por la puerta de la calle y cerrando esta tras de si a la vez que cerraba bien con llave. Estaba abatido, su plan había fracasado y para colmo suyo no sabía a donde había escapado aquella “rata”, que era como el lo llamaba a menudo. Entró al salón a oscuras, observando con detenimiento la chimenea apagada en la que brillaban los barrotes de hierro que servían para remover la madera y las cenizas.
La luna inundaba de luz la mitad del salón, pero Carlos se acercó hasta la única ventana que no tenia la cortina corrida y la deslizó suavemente, dejando caer a su ver el bate que aun mantenía aferrado en su otra mano. Aun no entendía nada. No entendía como se había dado cuenta de que lo iba a matar aquella noche, aunque también pensaba que podía haber tenido suerte al fugarse hoy sin saber que ocurriría. Pero, ¿por qué?, ¿por qué iba a huir?. Nunca se había separado de aquellos dos ancianos y no lo veía capaz de aquello, no podía ser, no era posible.
O a lo mejor si, a lo mejor eso les demostraría a sus abuelos que el tenía razón y su hermano siempre fue un maldito demonio que va arruinando la vida de la gente con quien se junta. Sería su oportunidad, aprovechando el disgusto que se darían ambos al descubrir lo ocurrido, de hacerles ver que el siempre hizo bien en no desearle bien a su hermano.
Resoplando dejó caer su cuerpo sobre el sofá que tenía más cercano y miró al techo pensativo, tenía demasiado en que pensar y muchas preguntas sin respuestas en su mente, aunque su paz no duro mucho rato. La luz se encendió de improvisto y sobresaltado pegó un brinco y se quedó fijamente mirando a la puerta.
-¿Me puedes decir que haces a estas horas en el salón Carlos?. -Dijo de golpe la voz de su abuela.
Carlos suspiró aliviado y dejándose de nuevo caer sobre el sofá respondió. -Nada, simplemente me desvelé y me bajé abajo.
-Deberías subir y dormir Carlos, ya es muy tarde, nada, si no me haces caso por vieja hazlo por que soy tu abuela. -Le replicó María.
-Bueno, de acuerdo, pero que conste que no eres vieja eee. No digas tonterías abu. -Le guiñó un ojo y acariciándole el hombro se fue a su habitación dejando el bate atrás, no podía arriesgar a cogerlo.


De momento todo le era extraño, pero no solo para él, sino también para Daniel, el cual no entendía porque su hermano lo odiaba tanto, no entendía porque tenía abandonar a la poca familia que le quedaba en esta vida, no entendía casi nada.
¿Y qué era de Emma y su problema con Aiden?. Lo que si sabían todos es que el destino estaba siendo modificado por cada uno y que sus vidas estaban dando un giro, para bien o para mal, todo estaba por verse.